a veces me siento como si recorriese el camino más enrevesado y extraño de todos.
nunca me he sentido comprendida. querida sí, y mucho, especialmente por vosotras, mis mariquitas queridas, pero no comprendida. nunca he tenido un grupo de amigos con mis mismos gustos ni preocupaciones, con querencia por la estética que me interesa o emociones parecidas. no me he visto reflejada en otros. siempre pensé que mi inmadurez no me dejaba ver más allá de mis narices; que sería algo temporal. pero no, no lo es. y cada vez es más difícil de asumir.
no es fácil estar, una vez más, en la larga cola del paro. cada vez es menos fácil. cada vez me causa mayor malestar, mayor intranquilidad. me hace dudar de mi capacidad, de si he elegido bien mi profesión, de si estoy enfocando bien mi vida profesional, de si realmente valgo para esto. y el tiempo pasa, y no veo muchas opciones a las que acogerme, la verdad. y es duro.
ya no sé hacia dónde tirar. quizá necesito reinventarme, pero, en este mundo de etiquetas permanentes, no es nada fácil volver a empezar.
muchos achacan mi fracaso a mi falta de ambición, a haberme centrado siempre más en mi vida personal. y sí, tienen razón. y, añado, otra causa es mi cobardía. nunca me atreví a dar un salto, a volar...
el caso es que aquí estoy. es lunes. son las siete de la tarde. el mundo trabaja y bulle ahí fuera mientras yo tecleo, sola, derrotada, confusa y agotada.
y todo y todos me recuerdan el irremediable tictac del reloj, amenazante; ese verdugo impasible al que todos temen. "eres mayor para eso", "ya no tienes edad para aquello", "es muy tarde"... ¿cuál es la edad ideal para vivir? ¿hay una edad para eso?
y, ¿qué debo hacer? peor aún: ¿qué quiero hacer? ¿y si aún no lo sé? ¿y si no llego a saberlo nunca? ¿qué haré entonces?
a veces siento que ando en círculos alrededor de mi propia existencia, de mi propia mente enfermiza...