sábado, 9 de mayo de 2015



Esta mariquita no tenía siete manchas, sino ocho. Ocho preciosos lunares simétricos, distintos entre sí, hermosos y libres. Cuatro pares de manchas.
 
Ya no recuerdo cuánto tiempo hace que te fuiste, Marga; no lo recuerdo porque trato de olvidarlo, porque aún no he asimilado que no volveré a oír tu voz, tan pausada, tan dulce, ni a abrigarme en tu sonrisa. No puedo creer que no vuelva a sentarme a tu lado y contarte mis cosas, nuestras cosas, para las que siempre tenías tiempo e interés, a pesar de la enfermedad, de la tristeza, del dolor... Nunca dejaste de ser tú, ni de estar al lado de tus amigas, aun a miles de kilómetros siempre podíamos contar contigo; incluso en los larguísimos procesos de tratamiento, tan crueles, tan dolorosos e incapacitantes, tenías una palabra de esperanza y un consejo a mano.
 
Me has enseñado que se puede ser uno mismo contra el mundo, a pesar del mundo, y sin guardar rencor a los que te hacen daño; también a ser leal, cercana, cariñosa, sincera y honesta, aunque la vida no te haya regalado nada, aunque todo haya sido difícil, aunque los caminos sean duros y, a veces, tengas que recorrerlos solo...
 
Pero, sobre todo, Marga querida, me has enseñado a AMAR, a querer con todo, con el corazón, con el alma y las vísceras. Me has mostrado que el amor más allá de la enfermedad, del dolor y la muerte es posible. Y es posible porque te seguimos queriendo, allí donde estés.
 
Siento muchísimo no haber podido despedirme de ti. Quisiste irte en silencio, sin llantos ni escenas. Quisiste irte con tu dignidad intacta, tan sencilla y discreta como viviste. No te imaginas cuánto te admiro por eso.
 
Y, en el fondo, te agradezco que no hubiera un adiós; así nos dejaste claro que, aunque tuvieras que tomar otro camino, nunca nos has dejado. No te has ido. Sigues aquí, con nosotras. Cada vez que nos juntamos pienso en ti, y espero que nos estés viendo, porque te encantaría ver cómo crece nuestra mariquita, cómo se llena de nuevos lunares, cómo seguimos juntas a pesar del tiempo, de la distancia, de los avatares de la vida...
 
Este rincón siempre será para mí un lugar donde hablar contigo, donde contarte cómo nos van las cosas, cómo nuestras vidas evolucionan, se enredan, crecen y se ramifican... un espacio para nosotras, para estas mariquitas tuyas, donde nada me gustaría más que poder hablar contigo una última vez.
 
Te quiero, Marga. Te queremos. Eres tan especial para nosotras... Donde quiera que estés, sonríe, que tu sonrisa cura todas las penas...






No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja una mancha para la mariquita...